El poder de ser curiosos y hacer preguntas
Hace unos días me pidieron que escribiera una entrada para este blog, ¡Algo que personalmente considero un gran honor! Sin embargo, si soy sincera, no tenía ni idea de lo que quería decir. Pensé en un montón de ideas científicas geniales y locas, en hablar de insectos o incluso de Covid -19, pero luego, me di cuenta de que todos necesitamos algo divertido y que cada tema en el que estaba pensando tenía dos habilidades comunes: curiosidad y cuestionamiento.
¿Te has dado cuenta de cómo nos impulsa la curiosidad? Desde que nacemos, es parte de nuestra naturaleza. Cuando somos bebés, los seres humanos sienten curiosidad por lo que les rodea: ¿Qué es ese sonido? ¿Qué es esa sensación? ¿Qué sabor tiene? ¿Como funciona esto? ¿Por qué pasó esto?
A medida que crecemos, nuestro alcance y perspectiva cambian, sin embargo, estos aspectos nunca se olvidan. De niños nos preguntamos por nuestro entorno, mientras que de adolescentes preguntamos por las emociones, y aunque como adultos, la mayoría de nosotros tratamos de evitar hacer demasiadas preguntas lo hacemos sin darnos cuenta.
¿Recuerdas tus clases de ciencias cuando estabas en primaria y tu profesor te habló de algo conocido como método científico? Un conocido paso a paso para hacer ciencia. Vamos a traerlo de vuelta: Todo empieza con un problema y una pregunta, que por supuesto quieres resolver. Con base en estos, te preguntas sobre ello y elaboras tus hipótesis y predicciones. Incluso propones un experimento o una metodología para probar esa hipótesis que construiste. Dependiendo de los resultados, analizas y eliges probar de nuevo con una nueva metodología o sacar una conclusión. ¿Suena familiar?
Todos los días nos hacemos preguntas, sentimos curiosidad por un determinado tema, situación o evento. Nos preguntamos sobre ello y encontramos la manera de probarlo. ¡Finalmente, los resultados adquiridos nos llevan a crear una conclusión! Hagámoslo más real, Imagina que alguien te agrada y te preguntas si te gusta esa persona o no. Entonces, creas una “excusa” para entablar una conversación con esta persona. A medida que pasa el tiempo y en función de las reacciones que tenga esta persona, puedes concluir que si le gustas o no.
Probemos con otro escenario. Imagínate que acabas de tener una cena increíble con tu familia en uno de tus restaurantes favoritos, tus papás te preguntan si quieres comerte un postre y a tu mente automáticamente viene la siguiente pregunta: ¿debo tomarlo o no? ¿Sería bueno para mí? O en otras ocasiones, ¿debo comprar un pastel de chocolate o un helado? En este escenario como ves hiciste todos los pasos de la metodología científica. Sentiste curiosidad, hiciste preguntas y en base a lo que elegiste, probaste una u otra.
Esta experiencia te lleva a decir al final si tu elección fue buena o no, o si tuvo un resultado positivo o negativo, ¡Incluso si el pastel de chocolate fue una buena opción o no!
Por ende, la ciencia está en todas partes y ni siquiera nos damos cuenta, probablemente la razón es porque estamos acostumbrados a creer que la ciencia es solo para la comunidad científica y, aquí viene mi opinión: ¡Es para todos y está hecha por todos!
Entonces, la próxima vez que te preguntes sobre algo, reconoce tu curiosidad y el proceso científico que estás desarrollando automáticamente. Deja que el día a día te sorprenda y, lo más importante, diviértete mientras lo haces (prueba siempre la torta de chocolate).